Para Karla Zafiro
En el libro está el libro
Sin saberlo, la reina cuenta al rey
La ya olvidada Historia de los dos.
Arrebatados por el tumulto
De anteriores magias,
No saben quiénes son.
Siguen soñando.
-Jorge Luis Borges: Metáforas de las mil y una noches
Escribir, pues. Un Libro de Horas, de Trabajos y Días; de Estaciones. Las horas eran estaciones antes de que hubiera relojes: ¡cómo se han acelerado las cosas! Un Libro de Horas. Te necesito. Oh, yo te necesito. Te necesito a todas horas (Norman O. Brown)…
Quiero verte desnuda una vez más. Dicho de otra manera: dame otra vez la ilusión erótica, la imago, la imagen apetecida, el esquema sensual… Cuando nos enojemos, cuando discutamos si es que discutimos alguna vez, desnúdate, empieza a desvestirte y desencadena en mí ese trastorno hormonal que me fascina. El “boogy-woogy” de las hormonas, como decía Arthur Miller…
¡Que vean los tímidos el amor revelado!
Estoy leyendo La Vie sexuelle dans la China ancienne, de Van Gulik, y en la página 172 encuentro que “el maestro Tong-Hsuan dijo: Cuando el hombre percibe que está a punto de emitir su semen debe esperar siempre a que la mujer haya alcanzado el orgasmo. Una vez que lo ha conseguido, el hombre debe dar unos golpes breves y repetidos de modo que su miembro juegue en el espacio entre las Cuerdas del Laúd y la Caverna en forma de semilla; que sus movimientos sean similares a los del bebé que busca con la boca la teta de su madre. Después el hombre cierra los ojos y concentra sus pensamientos, aprieta con la lengua el paladar de su boca, arquea la espalda y estira el cuello. Ensancha la nariz y cuadra sus hombros, cierra la boca y aspira su aliento. Entonces ya no eyaculará y el semen subirá hacia el interior por su propia fuerza. Un hombre puede regular totalmente sus eyaculaciones. Cuando tiene comercio con las mujeres sólo debe emitir el semen dos o tres veces de cada diez”. Técnica procedente de los erotismos taoísta, adamita y tántrico, en los que el hombre debe conservar su semen a fin de acoger en él la exterioridad que representa la mujer y trasmutarla dentro de sí como inmortalidad, ternura, deleite. Subrayo que el maestro Tong-Hsuan tiene un libro titulado Ars Amatoria, que prometo buscar.
Tú apretando los ojos te negabas a ver…
El cuerpo, como el cuerpo político, es un teatro; todo es simbólico, todo, incluso el acto sexual…
El día antinatural (como casi siempre), convirtiéndose de improviso en día poético…
El goce es del cuerpo, pero no es alcanzable sino pasando por los desfiladeros del lenguaje…
Yo te quiero mucho… So near and yet so far apart… Te quiero y sin embargo no me puedo acercar… Y sé que me quieres, lo terrible es que sé que me quieres, me quieres tanto como yo a ti, y sin embargo, no puedes acercarte…Love, love, love…
Yo te miro (enamorado, y me relamo de placer y gusto (enamorado), anémona encantada (enamorado), colombiana de angora (enamorado), orquídea abierta (enamorado), cáliz adentro (enamorado), pedacito de gloria (enamorado)…
Él nos invitó a ver una película pornográfica que resultó cómica. Una de las muchachas preguntó ¿de veras puedes hacerlo tantas veces? Él habló mucho sobre lo que no estaba pasando. Creo que fue Valery quien dijo que todo diálogo es un subterfugio… Por allí gemía una mujer que era penetrada por dos hombres a la vez. Por allá los vellos luminosos de la ingle, la genitalia femenina… Las mirábamos. Todas se tendían con las piernas abiertas y todos los que estábamos ahí las mirábamos. Creo que lo escribo porque estoy confundida. O para saberlo real, porque es como si nunca hubiera pasado. Después quiero hacerlo una y otra vez, como una fuga imaginaria que compuse una vez. Siempre hay mujeres y hombres dispuestos aunque sus nombres y apellidos nunca serían parte de este párrafo. Alguien preguntó ¿estás seguro? Él dijo que desgraciada o gozosamente éramos animales, animales, animales…
Yo creo que todo placer o todo amor es una forma disfrazada de narcisismo o dependencia…
¿De cuántas maneras te amo? Vestida, medio vestida, erguida, recostada, desnuda, tumescente, lánguida, despeinada, cuando no estás rígida por nada, arreglada, dormida, descoyuntada, roncando, maquillada, sonriendo (como ahora), ojos cerrados, casi en éxtasis. Amo tus dedos. Se pliegan, se despliegan, se cierran, se abren, se doblan, se desdoblan. Estás flotando, alejándote de mí, sobre una marea oscura, salada, refrescante. Te voy a contar suavemente y aún más suavemente de cuántas maneras te amo y poco a poco suavizaré mi voz hasta que quede un hilo, una fibra de seda casi invisible –tan ligeramente—sujeta del capullo de un sueño que está dentro de ti. Sueña, te amo, un mundo entero de sueños aparte de mí, lejos como Saturno y más lejos aún que las Pléyades, de las cuales creo que hay siete. Ya no oyes mi voz. Su torrente ruidoso se ha encogido hasta quedar apaciguado. Voy a dejar hablar a mis manos…
Sigue, te estoy escuchando…
Mi querida muchacha…
Se imaginó, aunque sabía que no era más que algo imaginario, que la sexualidad, tal como nosotros la conocemos y en tanto que la hablamos, es un producto de la opresión social, de la mala historia de los hombres. Un efecto de civilización, en suma…
Yo creo que la mayoría de los hombres está sujeta a unas precocidades, y la mayoría de las mujeres está sujeta a unos retrasos…
Mi venero precioso, mi dominio…
Lo esencial es permanecer abierto, confirmar la abertura. No permanecer sordo a los minúsculos procesos sensoriales que alteran la piel; lanzarse decididamente a lo disperso pero sin perderse, afrontando una indeterminación que, en última instancia, permanece calculada y dominada para no dejar escapar los frutos de la búsqueda voluptuosa…
“Desnudo” es una de las palabras que todavía hoy son sexualmente intranquilas, pues se asocia con atmósfera de burdel, con película porno, con piel, vulnerabilidad, vergüenza, secreto, en fin. Un “hecho desnudo” se asemeja siempre y de alguna manera a una mujer desvestida. Lo desnudo es raro, aparecido y magnético. Sigue siendo la excepción, la utopía. La antigua economía sexual se basaba en el juego cubrir-desnudar, negar-atraer; así se creaba una carencia y con ello se producía un valor…
Voy a gritar, dijo ella.
Yo destacaría que los órganos de la mujer son internos. Y por lo tanto, que en la representación o la fotografía de una mujer desnuda no se ve más que un triángulo de vello. En cambio un falo en erección es externo, y quizás por esto está vetado por el arte, incluso se complica cuando tiene que hablar de la fecundidad de Príapo, o de la religión secreta de algunas hembras, o del garabato en algún baño público. Y eso que el falo es el ícono secreto de todas las familias, porque todos en la familia, desde la abuela hasta la niña pequeña, saben que el padre tiene allí un miembro poderoso que es lo que fabricado todo aquel entorno. Saben que alrededor de ese falo del que jamás se habla, que jamás se muestra, gira todo…
¿No será esto contrarrevolucionario?
Al final de un libro de Julia Kristeva (Histories d´amour), encontré que el relato moderno (de Joyce a Bataille) tiene una intención posteológica: comunicar el fulgor amoroso. Ese fulgor donde el “Yo” se eleva a las dimensiones paranoides de la divinidad sublime, aunque permanezca cerca del hundimiento abyecto, del asco de sí mismo. O simplemente de su versión moderada, que es la soledad. Para conducirnos a estas experiencias, el relato se hace literal mediante la revelación de la fantasía sexual. Sin orden, sin estructura, simple asociación libre, una deriva, un engranaje de sucesos narrativos. Además, la narración se hace meditativa, retomando con este último movimiento la reflexión teológica o filosófica para apoyarse en ellas o para destruirlas…
Yo muevo tu mano arriba y abajo…
Técnico es aquel que juega con el cuerpo de Otro, lo trabaja, lo retoca, como en la pornografía, aunque le estimula menos la competición que la manipulación. O también ese género degradado de la manipulación que es el cachondeo, la caricia cargada de intención erótica, interminables succiones tragonas de cetros, penetraciones jadeantes, masturbación compulsiva del clítoris y el ano. En este sentido la pornografía es fundamentalmente juego con los órganos tomados como elementos maquinales, transformación de los objetos sexuales en piezas de mecano, frenesí de la manipulación hasta los límites de las máquinas orgiásticas. La pornografía no es obscena. Es abstracta, estructuralista, y quizá por eso es tan poco excitante…
Yo gozo de la interminabilidad del goce femenino. Ése es mi placer. Y ésta es mi angustia…
Si el deseo es voluble, está loco por la novedad y es inestable por definición, ¿por qué se empuja al amor a soñar con la pareja eterna? ¿Por qué la fidelidad, la promesa de la alianza duradera, por qué, en suma, el matrimonio por amor, no como necesidad de determinadas sociedades, sino como deseo, como necesidad libidinal?
¿Han visto a una Mujer Pantera gozando el acto del amor?
Yo abro tus piernas y te miro umbrosa dulce claridad inextricable dócil sumisa sola desnuda esperando tibia aire ritmo cadencias amor alturas cimas profundidad ansiado abismo tierno absorbedor justo congraciado paladar caverna reluciente blanda espuma secreta humedades segregaciones excesos comunión…
Tejer el pelo del pubis de una mujer para hacer un pene inexistente (Norman O. Brown)…
Yo me engaño, luego existo. En el universo del saber de la época moderna predominan los decorados, los suelos dobles, las puertas secretas, los gestos distorsionados, los sentimientos ocultos, los motivos indecibles, los cuerpos cubiertos, todos ellos fenómenos que dificultan el acceso a la “realidad misma”, precisamente porque ésta se compone en una complejidad cada vez mayor, de acciones y signos ambiguos, de lectura imposible, de hechos e interpretaciones. Esto obliga precisamente a mantener separados lo público y lo oculto. Yo quiero desenmascarar ilusiones. Yo mismo me engaño, luego me mantengo…
Yo quiero que entiendas la célebre tríada neoplatónica: lo imparticipable, lo participado, el participante…
El falo es un hecho insólito. La mujer va proclamando sexualidad. El cuerpo de la mujer es un mensaje sexual constante, una descarga continua de mensajes sexuales. El cuerpo del hombre no tanto, ni siquiera para la mujer. La descarga sexual no es tan fuerte. En compensación el falo es tan insólito que nuestra civilización a estas alturas no ha logrado asumirlo, no puede asimilarlo. La prueba es que en las películas, en las obras de arte, en las revistas, todavía no se ven falos en erección…
Montemos el corcel enamorado… Juntos los dos, montemos. Oh, galopa, oh galopa sin barreras, galopa despacio, despacio, más aprisa, más aprisa, detente… (Merriam)
Yo encuentro mi autenticidad en mi habilidad para cambiar, para vivir sin interioridad, para ponerme máscaras, para sólo interpretar. Comparto la “errante inconstancia” de los poetas barrocos. Soy un Bernini en acción: volátil, fresco, festivo… “Todo es mudable en el mundo, hay que amar al vuelo” (Lartigue). Y más allá del arte barroco ¿no es todo arte esencialmente barroco, es decir donjuanesco? (Dolto). Necesitaría contratar a un Leporello para que me llevara la cuenta (In Italia seicento e quaranta,/ in Germania, duecento e trentauna,/ Cento in Francia, in Turchia novantauna/ Ma in Ispagna son gia mille e tre), aunque quizá sería un sadismo reducir a números a las poseídas por una pasión que más que una apuesta es un juego. El juego del deseo…
Desordenada ropa arrojada en una silla…
Pretendo hacer tartamudear al cuerpo. Impedir que el orgasmo prenda como alfabeto inmotivado; que el semen, por tanto, no se vierta en una misma y enorme red que sería la estructura única de la relación sexual, que no pase sin transición del parlamento testículo-peniano al senado vaginal, que al menos circule, refluya, remonte, se disperse al máximo, sostenga al individuo, anule hasta cierto punto la bipartición en antes/después y se convierta en los preliminares de un acto jamás realizado…
Yo te amo tanto que ya no sé cuál de los dos está ausente…
Este texto debe transgredir toda lógica. Cada término es a la vez verdadero y falso, real y ficticio. Desde el punto de vista del logos platónico el enunciado artístico es una palabra-extra, fuera de toda lógica coercitiva. Una verdadera anomalía…
Le pedí que mirara mi orgullosa erección y desvió la vista, no lo resistía, se moría de pena. Traté de que se explicara el origen de su actitud. Lo había visto todo en libros, revistas, postales, dibujos, películas, pero en la realidad era algo más que asco, era casi una fobia, verdadero, auténtico miedo de tocar y mirar. Yo ya estaba desnudo y la había despojado de la toalla. Volví a lamer su sexo abriéndolo lentamente, entreabriéndolo hasta localizar el clítoris, insistiendo, empujando con suavidad, rodeándolo hasta sentir el primer espasmo, hasta oír agitarse su respiración. Entonces la penetré y dijo que no sentía nada, que no la excitaba, que no se sentía cómoda, que no le gustaba. Era obvio que tenía demasiado miedo. Esperé, meciéndome con suavidad. Ella insistía en no sentir nada aunque el ritmo de su respiración la contradecía. Después de un rato me salí y me limité a frotar mi sexo erecto contra sus labios vaginales, que se humedecieron rápidamente. Ella se colocó encima de mí, sentándose a horcajadas pero sin que la penetrara, doblando mi sexo para que pudiera frotarse sobre él. Yo fascinado con sus caderas, con la visión maravillosa de sus senos. Atrapé sus nalgas duras con mis manos y empecé a moverme al ritmo que imponía su respiración, que se agitaba más y más, rápidamente, hasta un grado de voluptuosa desesperación. Se arqueó durante el orgasmo de una manera poco femenina, como de arco que se tensa, de felino en celo... Que fue el primero de su vida, dijo. Besé su cuerpo por todas partes, bañada de sudor. Veinte minutos más tarde volví a hacer esos movimientos, yo encima de ella, sin penetrarla, sólo frotando su mojadísima vagina. Oh hendidura, hendidura húmeda y suave, querido abismo vertiginoso (Aragon: Le paysan de Paris)... Palacio rosado, estuche pálido, alcoba algo desecha por la grave alegría del amor (Max Ernst: L´ange du foyer)...
Yo estoy seguro de que el super-yo es solubre en alcohol…
Amo palpar las vértebras de tu cuerpo y tus huesos y la estremecida tibia firme suavidad a la que quiero una y otra vez y otra vez besar, quiero frotar suavemente el sacudido vello de tu eléctrica piel, y lo que sea acabe en dividida carne…, y los grandes ojos, trozos de amor, y tal vez la estremecida emoción tan siempre renovada de estar sobre ti (e. e. cummings)…
En la carrera de los conjurados de Alicia en el País de las Maravillas, se empieza cuando se quiere y se termina a voluntad. En la partida de croquet las bolas son erizos que se mueven por sí mismos, los mazos flamencos rosas, los arcos soldados que no dejan de cambiarse de un lugar a otro de la partida. ¿Una metáfora del amor? El amor también es muy movido, está lleno de agitación y sudores, encuentros y desencuentros, carreras, expectaciones, trampas, largas esperas, y como en el amor no hay reglas precisas ni vencedor ni vencido…
Yo pienso en tu pene tumescente desentumescente...
Yo creo que en el trance sexual, amoroso, un cuerpo se torna mitológico para otro cuerpo. Mitológico sin apelar, por fortuna, a la mitología griega ni a ninguna otra. Una mujer que en la Universidad es un ser usual o casual como diría Santo Tomás, es de pronto, desnuda en una habitación, aislada del resto del mundo, un acontecimiento, algo grandioso porque es lo insólito, porque nos arranca de nuestra cotidianidad y se implanta en una intimidad cómplice, y se torna grandioso, mitológico, casi sagrado. Se destruye el entorno. Se produce una hierofanía, es decir, algo sagrado se nos muestra. Y entonces se vive la experiencia de cohabitar con un Dios o una Diosa. Siempre es una muchacha, pero da igual, la sensación es que me he tirado de cabeza en un pozo sagrado...
Mientras más orgasmos tienes más puedes tener…
Melanie Klein sostiene que la capacidad de amar no es una actividad del organismo (como lo sería, según Klein, para Freud), sino que es “una actividad primordial del yo”… Sin embargo no sé lo que diría la Klein de una relación como la nuestra. Te triplico la edad. Dicen que cuando una joven como tú anda con un viejo como yo, alguno de los dos miente. ¿Tú mientes? Porque mi deseo por ti es verdadero… Verdadero el deslumbramiento que me provocas, verdadera mi necesidad urgente de acariciarte, de envolverte, de cobijarte. Y sí, también he oído eso de que el amor no tiene edad, y también que los ojos siempre son niños. Eres más que mi Viagra y mi País de las Maravillas, mi isla del tesoro, mi Vellocino de Oro, mi tierra prometida. Te miro desnuda y siento una bocanada de hambre protoplásmica. Me pareces completamente comestible, chupeteable, lamible. Inverosímil. Una muchacha imaginaria que de repente se hubiera vuelto real. He guardado para ti mucha ternura, muchas palabras amables, muchas noticias y toda clase de cortesías. Te andaba buscando desde que era chico y ahora estás frente a mí, joven y desnuda, hermosa como sólo pueden ser las muchachas a los veinte años. ¿Te gustaría jugar al amor conmigo? En el juego del deseo, dice una psicoanalista, las cartas están marcadas y los dados cargados. ¿Qué piensas de esto? ¿Quieres acompañarme los últimos años de mi vida?...
Yo voto por “sensualidad”, en vez de “sentido”…
Oh, que tú y yo escapemos del resto y partamos libres y sin ley…
Le pido ayuda a mi maestro. Son palabras de San Agustín, le digo, rerum absentium concupiscentia…Él traduce sin dificultad, pero me mira con curiosidad ¿o con lascivia? El deseo es la concupiscencia de la cosa ausente…, dice como catequizando, está en Erratio in Psalmis. Luego, de vuelta a casa, le doy vuelta a frases que me confunden: Ella hace que desees… Ella es lo que deseas… Ella misma consuma el deseo…
Oh, déjame perderme si así debe ser…
Yo creo que hay un hiato, un corte, entre el sujeto del enuncuiado y el sujeto de la enunciación. Lo que digo es siempre otra cosa. No algo que deba buscarse detrás o debajo de las palabras, sino “lo dicho que yace en los agujeros del discurso” (Lacan)…
Me miras con tu mirada que despierta…
Siento que escribir es lo interminable, lo incesante. Blanchot ha insistido en el carácter doloroso y sin descanso del trabajo artístico. “Que la tarea del escritor termine con su vida nos disimula que, a merced de esta tarea, su vida se desliza hacia la desgracia del infinito”. Y también: “El escritor vuelve a ponerse manos a la obra. ¿Por qué no deja de escribir? La obra nunca es aquello con vistas a lo cual se puede escribir”…
Una igualdad sin nada igual…
Quiero que me entiendas, o mejor, que me ayudes a entenderme. En un caso es mi vida la que me parece demasiado débil, la que se me escapa en un punto hecho presente en una relación asignable conmigo. En el otro caso, soy yo quién es demasiado débil para la vida. Es la vida demasiado grande para mí, echando sus singularidades por dondequiera, sin relación conmigo, ni con un momento determinable como presente, excepto con el instante impersonal que se desdobla en todavía-futuro y ya-pasado…
Mi mejilla descansando en tu vientre…
Designo un lugar –aquí--, donde tú todavía no estás pero adonde a mí me gustaría verte descender…
Me dijo que era muy extraña. Que era imposible mirar o tocar mis senos o mi vientre sin que hiciéramos discursos. Yo lo miraba, atónita…
Yo por primera vez le recorrí el cuerpo entero con la lengua, una y otra vez, chupeteándolo todo. Llegamos a perder la cabeza por desplazamientos casi minúsculos, detalles ínfimos, impulsos apenas perceptibles. No hubo penetración pero quizás por eso las voluptuosidades fueron más intensas, múltiples, indecibles, difíciles de localizar. Todo cambiaba sin cambiar. Nadie era liberado. Nadie fue prisionero. Todo estuvo en movimiento. Todo inmóvil. Todo recíproco, exaltado, simultáneo. Los dos apresados por la necesidad, totalmente erotizados…
Cuando cada uno la semilla del otro, comiendo oh, el uno al otro, besando a la amante en la boca del pan, labio a labio (Sneider)…
En tu vientre arde la Estrella Polar. E inmóviles y alrededor tuyo o moviéndose imperceptiblemente, están Casiopea y la Osa Mayor y Venus y Saturno u Orión y las Pléyades… Y yo floto en ese abismo de constelaciones no a bordo de ninguna nave interplanetaria, sino desnudo e incandescente…
Intercambiamos algo pequeño y húmedo y real…
Dionisio es líquido, una corriente que envuelve. “Soberano de la naturaleza húmeda”, el jugo de la vid le pertenece, como cualquier jugo de la vida. “Loco por las mujeres”, “loco por las hembras” le llama varias veces Nono, su último celebrante. La cristiana malicia de Clemente de Alejandría recuerda a Dionisio como choiropsáles, “aquel que toca la vulva”, mejor dicho, que sabe hacerla vibrar con los dedos como cuerdas de una lira. Y la gente de Sición le veneraba asimismo como “magistrado de las partes femeninas” (Roberto Calasso)…
Casi un solo cuerpo transpirando (envolviéndose), confundiéndose, trastornándose…
Tus senos son como. Tus muslos y tu manera de caminar. Es cruel. ¿Esas son tonterías. Mi defensa es. Y tú. En algún lugar debe haber. Es posible. Tus ojos me miran y. Solo que. Pero los. Es suficiente para. Yo no soy quién. Sus cuerpos como una. Quizá los jeroglíficos. Arena. Si yo pudiera. Desliz o líquido. A veces cuando. Y los. Aunque. El volumen de tus. Dicen que el sufrimiento. Bien, entonces vamos a. La señal es. ¿Te gusta así? Pero ellos no. La brevedad de. Oh, mentiroso. Tan particular. Vuelve tu mirada. Ni un ápice de su. Quien nunca. Oh, blusa con. Ellos jamás. No conoce leyes. Sintió los labios de. Que estás ciego. Si llegaras, Pero ellos no. Si encontraras. Pero entonces yo. Como todo. Sólo que. Sí, cuando no.Se detuvo de la. Pero sólo. Así, así. Sus dedos de los. El espacio infinito de. Incluso cuando. Si yo pudiera. Cada vez más. Entonces yo. Embustero. Ay. ¿Quién no? Los años, sí.
Pequeños suspiros también o gemidos o algo como una queja o un lamento o un gemido o un anhelo o un silbido…
Me encantaría que mis contingencias coincidieran con tus contingencias…
Sus cabellos como una medusa mojada flameaban hacia arriba…
Amar es transformar y ser transformado. El amante ha de ser flexible o fluible. Hay mil formas de muchachas, sus figuras o figurae; el amante como Proteo, se licuará ahora en el agua que fluye, será ora un león, ora un jabalí erizado (Ovidio)…
Sonriendo cada vez que una parte de su cuerpo merecía el cariño de ella…
Ella se volvió hacia él y se desgarró el cuerpo, mostrándole en su interior el panteón de todos los dioses, fuesen los pacíficos o los airados, para enseñarle que el cuerpo humano tan despreciado, ofrecía al adepto un mapa del cosmos. “Padmasambhava entró en el Palacio de las Calaveras y vio a la Dama Celeste en forma de dakini sobre un trono a cuyos lados estaban la Luna y el Sol. Ella también le mostró el panteón e todos los dioses y lo transformó en la fórmula sagrada Om mani padme hum al engullirlo (Joya-falo en la vulva-loto, amén). Él descendió a la raíz de ella asimilando durante la caída el ímpetu de cada uno de los sucesivos torbellinos de energía giratoria, hacia el torbellino más vertiginoso que lo regía todo (muladhara)… (Elémire Zolla)
Y ojos, ojos resplandecientes y seductores, dilatados en miradas de abandono…
Estaban tan pegados que ya no había lugar para los sentimientos (S. J. Lenc)…
Más allá de las palabras el deseo es algo pre-verbal, o pos-verbal, o incluso anti-verbal…
Quiero poner de manifiesto los estadios adonde puede llegar el positivismo subjetivista. Crítica lingüística, acciones de juego verbales, legalización de la náusea, desprecio por el buen gusto y la alta cultura… Después el tránsito de lo absurdo a la sensibilidad, a un nuevo narrar, cierre de los primeros “sentimientos verdaderos”, trabajo de recuerdos, reconstrucción de lo nimio, de las más leves oscilaciones del deseo… Pero náusea y significación no pueden coexistir a la larga. Escupamos sobre la significación…
Te propongo que nos dividamos en diez mil personajes a partir de nuestras dos desnudeces entrelazadas… Seamos juntos una polvareda de flujos insondables… Asombrémonos…
Calor del cuerpo, palmas de las manos, muslos adolescentes…
El coito efectuado con éxito es la soberanía… (Norman O. Brown)
El doctor dijo que no había hombres impotentes sino mujeres incompetentes…
Dejaremos a los grandes muertos quedarse muertos…
Yo diría que tras el “uso mutuo de los órganos sexuales” –que es tal y como, de una manera muy ilustrada, describe Kant el contrato matrimonial--, surge a menudo una pregunta: ¿Y eso fue todo? Y si esto fue todo ¿para qué todo este teatro?...
Yo leo en Sexo y carácter de Otto Weininger que el hombre tiene un miedo profundo de la mujer, que es un miedo ante la carencia de sentido. Esto quiere decir que tenemos miedo ante el abismo seductor de la Nada.
Deseo intenso de abolir el tiempo de que el tiempo fuese de un material quebradizo que pudiera hacerse trizas sentía todas las pieles de serpientes que envolvían su corazón se sentía un viejo oportunista y quería ser un asesino desalmado pero hubiera preferido ser sólo un buen amante puntual y deseado y contarle hermosas mentiras recuerdos inventados las vidas leídas a él siempre le gustaba disfrazarse y mentir comer ricos manjares y escribir y leer como si esas tareas valiesen la pena oh mirarla sólo mirarla todos los maquillajes lo seducían y la muerte es un leñador pero los bosques son inmortales.
En el libro está el libro
Sin saberlo, la reina cuenta al rey
La ya olvidada Historia de los dos.
Arrebatados por el tumulto
De anteriores magias,
No saben quiénes son.
Siguen soñando.
-Jorge Luis Borges: Metáforas de las mil y una noches
Escribir, pues. Un Libro de Horas, de Trabajos y Días; de Estaciones. Las horas eran estaciones antes de que hubiera relojes: ¡cómo se han acelerado las cosas! Un Libro de Horas. Te necesito. Oh, yo te necesito. Te necesito a todas horas (Norman O. Brown)…
Quiero verte desnuda una vez más. Dicho de otra manera: dame otra vez la ilusión erótica, la imago, la imagen apetecida, el esquema sensual… Cuando nos enojemos, cuando discutamos si es que discutimos alguna vez, desnúdate, empieza a desvestirte y desencadena en mí ese trastorno hormonal que me fascina. El “boogy-woogy” de las hormonas, como decía Arthur Miller…
¡Que vean los tímidos el amor revelado!
Estoy leyendo La Vie sexuelle dans la China ancienne, de Van Gulik, y en la página 172 encuentro que “el maestro Tong-Hsuan dijo: Cuando el hombre percibe que está a punto de emitir su semen debe esperar siempre a que la mujer haya alcanzado el orgasmo. Una vez que lo ha conseguido, el hombre debe dar unos golpes breves y repetidos de modo que su miembro juegue en el espacio entre las Cuerdas del Laúd y la Caverna en forma de semilla; que sus movimientos sean similares a los del bebé que busca con la boca la teta de su madre. Después el hombre cierra los ojos y concentra sus pensamientos, aprieta con la lengua el paladar de su boca, arquea la espalda y estira el cuello. Ensancha la nariz y cuadra sus hombros, cierra la boca y aspira su aliento. Entonces ya no eyaculará y el semen subirá hacia el interior por su propia fuerza. Un hombre puede regular totalmente sus eyaculaciones. Cuando tiene comercio con las mujeres sólo debe emitir el semen dos o tres veces de cada diez”. Técnica procedente de los erotismos taoísta, adamita y tántrico, en los que el hombre debe conservar su semen a fin de acoger en él la exterioridad que representa la mujer y trasmutarla dentro de sí como inmortalidad, ternura, deleite. Subrayo que el maestro Tong-Hsuan tiene un libro titulado Ars Amatoria, que prometo buscar.
Tú apretando los ojos te negabas a ver…
El cuerpo, como el cuerpo político, es un teatro; todo es simbólico, todo, incluso el acto sexual…
El día antinatural (como casi siempre), convirtiéndose de improviso en día poético…
El goce es del cuerpo, pero no es alcanzable sino pasando por los desfiladeros del lenguaje…
Yo te quiero mucho… So near and yet so far apart… Te quiero y sin embargo no me puedo acercar… Y sé que me quieres, lo terrible es que sé que me quieres, me quieres tanto como yo a ti, y sin embargo, no puedes acercarte…Love, love, love…
Yo te miro (enamorado, y me relamo de placer y gusto (enamorado), anémona encantada (enamorado), colombiana de angora (enamorado), orquídea abierta (enamorado), cáliz adentro (enamorado), pedacito de gloria (enamorado)…
Él nos invitó a ver una película pornográfica que resultó cómica. Una de las muchachas preguntó ¿de veras puedes hacerlo tantas veces? Él habló mucho sobre lo que no estaba pasando. Creo que fue Valery quien dijo que todo diálogo es un subterfugio… Por allí gemía una mujer que era penetrada por dos hombres a la vez. Por allá los vellos luminosos de la ingle, la genitalia femenina… Las mirábamos. Todas se tendían con las piernas abiertas y todos los que estábamos ahí las mirábamos. Creo que lo escribo porque estoy confundida. O para saberlo real, porque es como si nunca hubiera pasado. Después quiero hacerlo una y otra vez, como una fuga imaginaria que compuse una vez. Siempre hay mujeres y hombres dispuestos aunque sus nombres y apellidos nunca serían parte de este párrafo. Alguien preguntó ¿estás seguro? Él dijo que desgraciada o gozosamente éramos animales, animales, animales…
Yo creo que todo placer o todo amor es una forma disfrazada de narcisismo o dependencia…
¿De cuántas maneras te amo? Vestida, medio vestida, erguida, recostada, desnuda, tumescente, lánguida, despeinada, cuando no estás rígida por nada, arreglada, dormida, descoyuntada, roncando, maquillada, sonriendo (como ahora), ojos cerrados, casi en éxtasis. Amo tus dedos. Se pliegan, se despliegan, se cierran, se abren, se doblan, se desdoblan. Estás flotando, alejándote de mí, sobre una marea oscura, salada, refrescante. Te voy a contar suavemente y aún más suavemente de cuántas maneras te amo y poco a poco suavizaré mi voz hasta que quede un hilo, una fibra de seda casi invisible –tan ligeramente—sujeta del capullo de un sueño que está dentro de ti. Sueña, te amo, un mundo entero de sueños aparte de mí, lejos como Saturno y más lejos aún que las Pléyades, de las cuales creo que hay siete. Ya no oyes mi voz. Su torrente ruidoso se ha encogido hasta quedar apaciguado. Voy a dejar hablar a mis manos…
Sigue, te estoy escuchando…
Mi querida muchacha…
Se imaginó, aunque sabía que no era más que algo imaginario, que la sexualidad, tal como nosotros la conocemos y en tanto que la hablamos, es un producto de la opresión social, de la mala historia de los hombres. Un efecto de civilización, en suma…
Yo creo que la mayoría de los hombres está sujeta a unas precocidades, y la mayoría de las mujeres está sujeta a unos retrasos…
Mi venero precioso, mi dominio…
Lo esencial es permanecer abierto, confirmar la abertura. No permanecer sordo a los minúsculos procesos sensoriales que alteran la piel; lanzarse decididamente a lo disperso pero sin perderse, afrontando una indeterminación que, en última instancia, permanece calculada y dominada para no dejar escapar los frutos de la búsqueda voluptuosa…
“Desnudo” es una de las palabras que todavía hoy son sexualmente intranquilas, pues se asocia con atmósfera de burdel, con película porno, con piel, vulnerabilidad, vergüenza, secreto, en fin. Un “hecho desnudo” se asemeja siempre y de alguna manera a una mujer desvestida. Lo desnudo es raro, aparecido y magnético. Sigue siendo la excepción, la utopía. La antigua economía sexual se basaba en el juego cubrir-desnudar, negar-atraer; así se creaba una carencia y con ello se producía un valor…
Voy a gritar, dijo ella.
Yo destacaría que los órganos de la mujer son internos. Y por lo tanto, que en la representación o la fotografía de una mujer desnuda no se ve más que un triángulo de vello. En cambio un falo en erección es externo, y quizás por esto está vetado por el arte, incluso se complica cuando tiene que hablar de la fecundidad de Príapo, o de la religión secreta de algunas hembras, o del garabato en algún baño público. Y eso que el falo es el ícono secreto de todas las familias, porque todos en la familia, desde la abuela hasta la niña pequeña, saben que el padre tiene allí un miembro poderoso que es lo que fabricado todo aquel entorno. Saben que alrededor de ese falo del que jamás se habla, que jamás se muestra, gira todo…
¿No será esto contrarrevolucionario?
Al final de un libro de Julia Kristeva (Histories d´amour), encontré que el relato moderno (de Joyce a Bataille) tiene una intención posteológica: comunicar el fulgor amoroso. Ese fulgor donde el “Yo” se eleva a las dimensiones paranoides de la divinidad sublime, aunque permanezca cerca del hundimiento abyecto, del asco de sí mismo. O simplemente de su versión moderada, que es la soledad. Para conducirnos a estas experiencias, el relato se hace literal mediante la revelación de la fantasía sexual. Sin orden, sin estructura, simple asociación libre, una deriva, un engranaje de sucesos narrativos. Además, la narración se hace meditativa, retomando con este último movimiento la reflexión teológica o filosófica para apoyarse en ellas o para destruirlas…
Yo muevo tu mano arriba y abajo…
Técnico es aquel que juega con el cuerpo de Otro, lo trabaja, lo retoca, como en la pornografía, aunque le estimula menos la competición que la manipulación. O también ese género degradado de la manipulación que es el cachondeo, la caricia cargada de intención erótica, interminables succiones tragonas de cetros, penetraciones jadeantes, masturbación compulsiva del clítoris y el ano. En este sentido la pornografía es fundamentalmente juego con los órganos tomados como elementos maquinales, transformación de los objetos sexuales en piezas de mecano, frenesí de la manipulación hasta los límites de las máquinas orgiásticas. La pornografía no es obscena. Es abstracta, estructuralista, y quizá por eso es tan poco excitante…
Yo gozo de la interminabilidad del goce femenino. Ése es mi placer. Y ésta es mi angustia…
Si el deseo es voluble, está loco por la novedad y es inestable por definición, ¿por qué se empuja al amor a soñar con la pareja eterna? ¿Por qué la fidelidad, la promesa de la alianza duradera, por qué, en suma, el matrimonio por amor, no como necesidad de determinadas sociedades, sino como deseo, como necesidad libidinal?
¿Han visto a una Mujer Pantera gozando el acto del amor?
Yo abro tus piernas y te miro umbrosa dulce claridad inextricable dócil sumisa sola desnuda esperando tibia aire ritmo cadencias amor alturas cimas profundidad ansiado abismo tierno absorbedor justo congraciado paladar caverna reluciente blanda espuma secreta humedades segregaciones excesos comunión…
Tejer el pelo del pubis de una mujer para hacer un pene inexistente (Norman O. Brown)…
Yo me engaño, luego existo. En el universo del saber de la época moderna predominan los decorados, los suelos dobles, las puertas secretas, los gestos distorsionados, los sentimientos ocultos, los motivos indecibles, los cuerpos cubiertos, todos ellos fenómenos que dificultan el acceso a la “realidad misma”, precisamente porque ésta se compone en una complejidad cada vez mayor, de acciones y signos ambiguos, de lectura imposible, de hechos e interpretaciones. Esto obliga precisamente a mantener separados lo público y lo oculto. Yo quiero desenmascarar ilusiones. Yo mismo me engaño, luego me mantengo…
Yo quiero que entiendas la célebre tríada neoplatónica: lo imparticipable, lo participado, el participante…
El falo es un hecho insólito. La mujer va proclamando sexualidad. El cuerpo de la mujer es un mensaje sexual constante, una descarga continua de mensajes sexuales. El cuerpo del hombre no tanto, ni siquiera para la mujer. La descarga sexual no es tan fuerte. En compensación el falo es tan insólito que nuestra civilización a estas alturas no ha logrado asumirlo, no puede asimilarlo. La prueba es que en las películas, en las obras de arte, en las revistas, todavía no se ven falos en erección…
Montemos el corcel enamorado… Juntos los dos, montemos. Oh, galopa, oh galopa sin barreras, galopa despacio, despacio, más aprisa, más aprisa, detente… (Merriam)
Yo encuentro mi autenticidad en mi habilidad para cambiar, para vivir sin interioridad, para ponerme máscaras, para sólo interpretar. Comparto la “errante inconstancia” de los poetas barrocos. Soy un Bernini en acción: volátil, fresco, festivo… “Todo es mudable en el mundo, hay que amar al vuelo” (Lartigue). Y más allá del arte barroco ¿no es todo arte esencialmente barroco, es decir donjuanesco? (Dolto). Necesitaría contratar a un Leporello para que me llevara la cuenta (In Italia seicento e quaranta,/ in Germania, duecento e trentauna,/ Cento in Francia, in Turchia novantauna/ Ma in Ispagna son gia mille e tre), aunque quizá sería un sadismo reducir a números a las poseídas por una pasión que más que una apuesta es un juego. El juego del deseo…
Desordenada ropa arrojada en una silla…
Pretendo hacer tartamudear al cuerpo. Impedir que el orgasmo prenda como alfabeto inmotivado; que el semen, por tanto, no se vierta en una misma y enorme red que sería la estructura única de la relación sexual, que no pase sin transición del parlamento testículo-peniano al senado vaginal, que al menos circule, refluya, remonte, se disperse al máximo, sostenga al individuo, anule hasta cierto punto la bipartición en antes/después y se convierta en los preliminares de un acto jamás realizado…
Yo te amo tanto que ya no sé cuál de los dos está ausente…
Este texto debe transgredir toda lógica. Cada término es a la vez verdadero y falso, real y ficticio. Desde el punto de vista del logos platónico el enunciado artístico es una palabra-extra, fuera de toda lógica coercitiva. Una verdadera anomalía…
Le pedí que mirara mi orgullosa erección y desvió la vista, no lo resistía, se moría de pena. Traté de que se explicara el origen de su actitud. Lo había visto todo en libros, revistas, postales, dibujos, películas, pero en la realidad era algo más que asco, era casi una fobia, verdadero, auténtico miedo de tocar y mirar. Yo ya estaba desnudo y la había despojado de la toalla. Volví a lamer su sexo abriéndolo lentamente, entreabriéndolo hasta localizar el clítoris, insistiendo, empujando con suavidad, rodeándolo hasta sentir el primer espasmo, hasta oír agitarse su respiración. Entonces la penetré y dijo que no sentía nada, que no la excitaba, que no se sentía cómoda, que no le gustaba. Era obvio que tenía demasiado miedo. Esperé, meciéndome con suavidad. Ella insistía en no sentir nada aunque el ritmo de su respiración la contradecía. Después de un rato me salí y me limité a frotar mi sexo erecto contra sus labios vaginales, que se humedecieron rápidamente. Ella se colocó encima de mí, sentándose a horcajadas pero sin que la penetrara, doblando mi sexo para que pudiera frotarse sobre él. Yo fascinado con sus caderas, con la visión maravillosa de sus senos. Atrapé sus nalgas duras con mis manos y empecé a moverme al ritmo que imponía su respiración, que se agitaba más y más, rápidamente, hasta un grado de voluptuosa desesperación. Se arqueó durante el orgasmo de una manera poco femenina, como de arco que se tensa, de felino en celo... Que fue el primero de su vida, dijo. Besé su cuerpo por todas partes, bañada de sudor. Veinte minutos más tarde volví a hacer esos movimientos, yo encima de ella, sin penetrarla, sólo frotando su mojadísima vagina. Oh hendidura, hendidura húmeda y suave, querido abismo vertiginoso (Aragon: Le paysan de Paris)... Palacio rosado, estuche pálido, alcoba algo desecha por la grave alegría del amor (Max Ernst: L´ange du foyer)...
Yo estoy seguro de que el super-yo es solubre en alcohol…
Amo palpar las vértebras de tu cuerpo y tus huesos y la estremecida tibia firme suavidad a la que quiero una y otra vez y otra vez besar, quiero frotar suavemente el sacudido vello de tu eléctrica piel, y lo que sea acabe en dividida carne…, y los grandes ojos, trozos de amor, y tal vez la estremecida emoción tan siempre renovada de estar sobre ti (e. e. cummings)…
En la carrera de los conjurados de Alicia en el País de las Maravillas, se empieza cuando se quiere y se termina a voluntad. En la partida de croquet las bolas son erizos que se mueven por sí mismos, los mazos flamencos rosas, los arcos soldados que no dejan de cambiarse de un lugar a otro de la partida. ¿Una metáfora del amor? El amor también es muy movido, está lleno de agitación y sudores, encuentros y desencuentros, carreras, expectaciones, trampas, largas esperas, y como en el amor no hay reglas precisas ni vencedor ni vencido…
Yo pienso en tu pene tumescente desentumescente...
Yo creo que en el trance sexual, amoroso, un cuerpo se torna mitológico para otro cuerpo. Mitológico sin apelar, por fortuna, a la mitología griega ni a ninguna otra. Una mujer que en la Universidad es un ser usual o casual como diría Santo Tomás, es de pronto, desnuda en una habitación, aislada del resto del mundo, un acontecimiento, algo grandioso porque es lo insólito, porque nos arranca de nuestra cotidianidad y se implanta en una intimidad cómplice, y se torna grandioso, mitológico, casi sagrado. Se destruye el entorno. Se produce una hierofanía, es decir, algo sagrado se nos muestra. Y entonces se vive la experiencia de cohabitar con un Dios o una Diosa. Siempre es una muchacha, pero da igual, la sensación es que me he tirado de cabeza en un pozo sagrado...
Mientras más orgasmos tienes más puedes tener…
Melanie Klein sostiene que la capacidad de amar no es una actividad del organismo (como lo sería, según Klein, para Freud), sino que es “una actividad primordial del yo”… Sin embargo no sé lo que diría la Klein de una relación como la nuestra. Te triplico la edad. Dicen que cuando una joven como tú anda con un viejo como yo, alguno de los dos miente. ¿Tú mientes? Porque mi deseo por ti es verdadero… Verdadero el deslumbramiento que me provocas, verdadera mi necesidad urgente de acariciarte, de envolverte, de cobijarte. Y sí, también he oído eso de que el amor no tiene edad, y también que los ojos siempre son niños. Eres más que mi Viagra y mi País de las Maravillas, mi isla del tesoro, mi Vellocino de Oro, mi tierra prometida. Te miro desnuda y siento una bocanada de hambre protoplásmica. Me pareces completamente comestible, chupeteable, lamible. Inverosímil. Una muchacha imaginaria que de repente se hubiera vuelto real. He guardado para ti mucha ternura, muchas palabras amables, muchas noticias y toda clase de cortesías. Te andaba buscando desde que era chico y ahora estás frente a mí, joven y desnuda, hermosa como sólo pueden ser las muchachas a los veinte años. ¿Te gustaría jugar al amor conmigo? En el juego del deseo, dice una psicoanalista, las cartas están marcadas y los dados cargados. ¿Qué piensas de esto? ¿Quieres acompañarme los últimos años de mi vida?...
Yo voto por “sensualidad”, en vez de “sentido”…
Oh, que tú y yo escapemos del resto y partamos libres y sin ley…
Le pido ayuda a mi maestro. Son palabras de San Agustín, le digo, rerum absentium concupiscentia…Él traduce sin dificultad, pero me mira con curiosidad ¿o con lascivia? El deseo es la concupiscencia de la cosa ausente…, dice como catequizando, está en Erratio in Psalmis. Luego, de vuelta a casa, le doy vuelta a frases que me confunden: Ella hace que desees… Ella es lo que deseas… Ella misma consuma el deseo…
Oh, déjame perderme si así debe ser…
Yo creo que hay un hiato, un corte, entre el sujeto del enuncuiado y el sujeto de la enunciación. Lo que digo es siempre otra cosa. No algo que deba buscarse detrás o debajo de las palabras, sino “lo dicho que yace en los agujeros del discurso” (Lacan)…
Me miras con tu mirada que despierta…
Siento que escribir es lo interminable, lo incesante. Blanchot ha insistido en el carácter doloroso y sin descanso del trabajo artístico. “Que la tarea del escritor termine con su vida nos disimula que, a merced de esta tarea, su vida se desliza hacia la desgracia del infinito”. Y también: “El escritor vuelve a ponerse manos a la obra. ¿Por qué no deja de escribir? La obra nunca es aquello con vistas a lo cual se puede escribir”…
Una igualdad sin nada igual…
Quiero que me entiendas, o mejor, que me ayudes a entenderme. En un caso es mi vida la que me parece demasiado débil, la que se me escapa en un punto hecho presente en una relación asignable conmigo. En el otro caso, soy yo quién es demasiado débil para la vida. Es la vida demasiado grande para mí, echando sus singularidades por dondequiera, sin relación conmigo, ni con un momento determinable como presente, excepto con el instante impersonal que se desdobla en todavía-futuro y ya-pasado…
Mi mejilla descansando en tu vientre…
Designo un lugar –aquí--, donde tú todavía no estás pero adonde a mí me gustaría verte descender…
Me dijo que era muy extraña. Que era imposible mirar o tocar mis senos o mi vientre sin que hiciéramos discursos. Yo lo miraba, atónita…
Yo por primera vez le recorrí el cuerpo entero con la lengua, una y otra vez, chupeteándolo todo. Llegamos a perder la cabeza por desplazamientos casi minúsculos, detalles ínfimos, impulsos apenas perceptibles. No hubo penetración pero quizás por eso las voluptuosidades fueron más intensas, múltiples, indecibles, difíciles de localizar. Todo cambiaba sin cambiar. Nadie era liberado. Nadie fue prisionero. Todo estuvo en movimiento. Todo inmóvil. Todo recíproco, exaltado, simultáneo. Los dos apresados por la necesidad, totalmente erotizados…
Cuando cada uno la semilla del otro, comiendo oh, el uno al otro, besando a la amante en la boca del pan, labio a labio (Sneider)…
En tu vientre arde la Estrella Polar. E inmóviles y alrededor tuyo o moviéndose imperceptiblemente, están Casiopea y la Osa Mayor y Venus y Saturno u Orión y las Pléyades… Y yo floto en ese abismo de constelaciones no a bordo de ninguna nave interplanetaria, sino desnudo e incandescente…
Intercambiamos algo pequeño y húmedo y real…
Dionisio es líquido, una corriente que envuelve. “Soberano de la naturaleza húmeda”, el jugo de la vid le pertenece, como cualquier jugo de la vida. “Loco por las mujeres”, “loco por las hembras” le llama varias veces Nono, su último celebrante. La cristiana malicia de Clemente de Alejandría recuerda a Dionisio como choiropsáles, “aquel que toca la vulva”, mejor dicho, que sabe hacerla vibrar con los dedos como cuerdas de una lira. Y la gente de Sición le veneraba asimismo como “magistrado de las partes femeninas” (Roberto Calasso)…
Casi un solo cuerpo transpirando (envolviéndose), confundiéndose, trastornándose…
Tus senos son como. Tus muslos y tu manera de caminar. Es cruel. ¿Esas son tonterías. Mi defensa es. Y tú. En algún lugar debe haber. Es posible. Tus ojos me miran y. Solo que. Pero los. Es suficiente para. Yo no soy quién. Sus cuerpos como una. Quizá los jeroglíficos. Arena. Si yo pudiera. Desliz o líquido. A veces cuando. Y los. Aunque. El volumen de tus. Dicen que el sufrimiento. Bien, entonces vamos a. La señal es. ¿Te gusta así? Pero ellos no. La brevedad de. Oh, mentiroso. Tan particular. Vuelve tu mirada. Ni un ápice de su. Quien nunca. Oh, blusa con. Ellos jamás. No conoce leyes. Sintió los labios de. Que estás ciego. Si llegaras, Pero ellos no. Si encontraras. Pero entonces yo. Como todo. Sólo que. Sí, cuando no.Se detuvo de la. Pero sólo. Así, así. Sus dedos de los. El espacio infinito de. Incluso cuando. Si yo pudiera. Cada vez más. Entonces yo. Embustero. Ay. ¿Quién no? Los años, sí.
Pequeños suspiros también o gemidos o algo como una queja o un lamento o un gemido o un anhelo o un silbido…
Me encantaría que mis contingencias coincidieran con tus contingencias…
Sus cabellos como una medusa mojada flameaban hacia arriba…
Amar es transformar y ser transformado. El amante ha de ser flexible o fluible. Hay mil formas de muchachas, sus figuras o figurae; el amante como Proteo, se licuará ahora en el agua que fluye, será ora un león, ora un jabalí erizado (Ovidio)…
Sonriendo cada vez que una parte de su cuerpo merecía el cariño de ella…
Ella se volvió hacia él y se desgarró el cuerpo, mostrándole en su interior el panteón de todos los dioses, fuesen los pacíficos o los airados, para enseñarle que el cuerpo humano tan despreciado, ofrecía al adepto un mapa del cosmos. “Padmasambhava entró en el Palacio de las Calaveras y vio a la Dama Celeste en forma de dakini sobre un trono a cuyos lados estaban la Luna y el Sol. Ella también le mostró el panteón e todos los dioses y lo transformó en la fórmula sagrada Om mani padme hum al engullirlo (Joya-falo en la vulva-loto, amén). Él descendió a la raíz de ella asimilando durante la caída el ímpetu de cada uno de los sucesivos torbellinos de energía giratoria, hacia el torbellino más vertiginoso que lo regía todo (muladhara)… (Elémire Zolla)
Y ojos, ojos resplandecientes y seductores, dilatados en miradas de abandono…
Estaban tan pegados que ya no había lugar para los sentimientos (S. J. Lenc)…
Más allá de las palabras el deseo es algo pre-verbal, o pos-verbal, o incluso anti-verbal…
Quiero poner de manifiesto los estadios adonde puede llegar el positivismo subjetivista. Crítica lingüística, acciones de juego verbales, legalización de la náusea, desprecio por el buen gusto y la alta cultura… Después el tránsito de lo absurdo a la sensibilidad, a un nuevo narrar, cierre de los primeros “sentimientos verdaderos”, trabajo de recuerdos, reconstrucción de lo nimio, de las más leves oscilaciones del deseo… Pero náusea y significación no pueden coexistir a la larga. Escupamos sobre la significación…
Te propongo que nos dividamos en diez mil personajes a partir de nuestras dos desnudeces entrelazadas… Seamos juntos una polvareda de flujos insondables… Asombrémonos…
Calor del cuerpo, palmas de las manos, muslos adolescentes…
El coito efectuado con éxito es la soberanía… (Norman O. Brown)
El doctor dijo que no había hombres impotentes sino mujeres incompetentes…
Dejaremos a los grandes muertos quedarse muertos…
Yo diría que tras el “uso mutuo de los órganos sexuales” –que es tal y como, de una manera muy ilustrada, describe Kant el contrato matrimonial--, surge a menudo una pregunta: ¿Y eso fue todo? Y si esto fue todo ¿para qué todo este teatro?...
Yo leo en Sexo y carácter de Otto Weininger que el hombre tiene un miedo profundo de la mujer, que es un miedo ante la carencia de sentido. Esto quiere decir que tenemos miedo ante el abismo seductor de la Nada.
Deseo intenso de abolir el tiempo de que el tiempo fuese de un material quebradizo que pudiera hacerse trizas sentía todas las pieles de serpientes que envolvían su corazón se sentía un viejo oportunista y quería ser un asesino desalmado pero hubiera preferido ser sólo un buen amante puntual y deseado y contarle hermosas mentiras recuerdos inventados las vidas leídas a él siempre le gustaba disfrazarse y mentir comer ricos manjares y escribir y leer como si esas tareas valiesen la pena oh mirarla sólo mirarla todos los maquillajes lo seducían y la muerte es un leñador pero los bosques son inmortales.